¿Nos mienten los mapas?
Días atrás me llegó una duda de unos compañeros, trabajadores de la administración pública. Se preguntaban cómo podía ser que la medida del perímetro de una parcela fuera notablemente diferente en función de quien hacía llegar la información, si uno u otro vecino de la propia parcela.
Después de revisar los datos, comprobamos que “el error” provenía de quién había hecho la medida sobre un ortofotomapa. De hecho, se habían hecho las medidas sobre la misma imagen por satélite pero a escalas diferentes.
Esto me hizo recordar una asignatura de la Licenciatura en Geografía en la que nos introdujeron a la paradoja de costas. Este concepto va muy ligado al qué se conoce como la escala de un mapa, la cual explica que la longitud de la línea de costa (de un municipio, p.e.) depende del método empleado a la hora de medirla.
Si por un lado usamos un trazado que incorpore muchos nodos y resiga fielmente las entradas y salidas de la orografía litoral, nos saldrá una longitud mucho más grande que si, en cambio, simplificamos mucho el contorno marítimo y reseguimos un trazado más esquemático. En el primer caso, estamos trabajando con una escala muy grande, o lo qué es lo mismo, con un denominador pequeño (1:1000, 1:500, 1:100...). En el caso del dibujo más esquemático, normalmente estaremos empleando un mapa hecho sobre una escala pequeña (1:25000, 1:100000...).
Fuente: Wikipedia Britain-fractal-coastline-200km.png
Quiere decir esto que siempre hay que trabajar con escalas muy grandes para dibujar y tener medidas más precisas de la realidad?
No, no siempre. Hay que tener en cuenta que los mapas no son una fotografía exacta de la realidad, sino que son una representación que nos ayuda a entender mejor el territorio que nos rodea. Lo conveniente es que se adapten adecuadamente a aquello que queremos explicar.
No tiene sentido, y es imposible, hacer un mapa del mundo en una escala que nos permita ver a simple vista todas las islas del mar Egeo. Del mismo modo, es inútil hacer una carta náutica de Formentera en una escala donde no aparezcan todas las formaciones rocosas emergentes, por pequeñas que sean, puesto que pondrían en riesgo las embarcaciones que navegan por aquellas aguas.
Es responsabilidad de cada uno usar el mapa más apropiado en cada situación. Elegir una buena escala, escoger bien los colores para representar los datos, poner un buen título explicativo... A menudo se ha hablado de que los mapas “mienten”, pero es más justo preguntarnos si el mapa está bien hecho. Si no se han escogido bien los elementos que lo forman, el mapa no tiene ninguna culpa!
Àlex Margelí
Analista GIS
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